Es absurdo, por decir lo
menos, que un juez de la República conozca códigos, leyes y decretos, pero
ignore las reglas más elementales de su idioma materno. El señor juez que
ordenó cambiar el lema de Bogotá no sabe que para referirse a una especie, la
forma masculina abarca a todos los individuos que pertenecen a ella.
Por eso, en el lema “Bogotá mejor
para todos” se incluyen todos los habitantes de la capital colombiana: hombres,
mujeres, blancos, negros, amarillos, altos, bajitos, gordos, flacos, jóvenes,
viejos, niños y niñas.
Cuando se dice “los perros”,
se entiende que se habla de la especie canina y que comprende a todas las
razas, desde la más grande hasta la más pequeña y que no solo se refiere a los
machos sino también a las hembras. Y cuando se dice: “El hombre es el único ser
que piensa y razona” no se está excluyendo a las mujeres porque se está
hablando de la especie humana.
¿Cómo diría el señor juez la afirmación:
el perro es el mejor amigo del hombre?
En un lenguaje incluyente
sería: el perro y la perra son el mejor amigo y la mejor amiga del hombre y de
la mujer. Absurdo, ¿no? Además, hay un principio, el de la economía del lenguaje
que el señor juez también olvidó (o ignora).
Es triste y lamentable que ese
señor juez de la República haya dejado tan mal ante el mundo a nuestra Colombia
donde hace algunas décadas se hablaba el mejor español de América y hayamos
quedado todos los habitantes de este país como desconocedores de nuestro
idioma; porque si así se expresa un juez, ¿cómo podrán hacerlo los demás?
Yo invito a ese juez a que se
acerque un poquito a la gramática española, que se haga amigo de la RAE y del
Instituto Caro y Cuervo para que en el futuro ni él ni los colombianos quedemos
tan mal ante el mundo. Porque ayer, 14 de diciembre de 2017, en internet, él y nosotros hemos sido objeto de críticas y
de burlas por su “todos y todas”
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